sábado, 8 de enero de 2011

Tengo el calzón sucio!

Después de la rica cena, todos nos quedamos sentados a modo de hacer la sobremesa. Entre chiste y chiste a alguien se le ocurre sugerir la idea de jugar a las cartas, idea que todos, de buena gana, aceptamos.
Poco a poco las fichas van cambiando de manos, recorriendo la mesa. Algunas veces, las menos, hacia mi lado y generalmente, como por arte de magia o algun magnetismo extraño, hacia el lado de Diana.

Poco a poco, también, la comida empieza a digerirse. Alejandro, con evidentes retortijones, se retrae sobre su asiento y encorva el cuerpo. René de vez en cuando se levanta y va al baño, mas o menos disimuladamente.

Cuando es mi turno de repartir las cartas sucede algo inesperado. De algún lugar de la mesa llega un olor inconfundible y que sólo podía provenir de algun estomago en desgracia. "Alguien se está pudriendo", pensé. Lo mismo pensó Cristina, sentada a mi lado, con la diferencia de que aparentemente ella pensó que el caido en desgracia había sido yo, a juzgar por la mirada disimulada pero reprochadora que sentí sobre mi hombro.
Como el que nada debe nada teme y sin ánimos de buscar al verdadero culpable, continué con el juego, practicando esta nueva habilidad mia recién descubierta que consisté, muy a mi pesar, en entregarle mis preciosas fichas a Diana.

Un par de minutos después vuelve a suceder. Todos lo huelen pero disimulan, menos Cristina que voltea su mirada intercaladamente hacia mi y el perro, buscando inútilmente al culpable.
Yo acabo de conocer a Cristina y no hemos platicado mucho por lo que no me parece prudente desmentir públicamente mi participación en los hechos. En lugar de eso, busco en la mesa al culpable, como haciendole ver a Cristina que estoy de su lado.
En la mesa nadie parpadea y todos siguen viendo su juego como si nada hubise pasado.
Silencio Total. Nunca se supo quien fue el culpable.

En una esquina unos jóvenes salen de la tienda. Se oye pasar apresuradamente un carro. Por la ventana se asoma la cabeza de Alejandro. Un grito se desvanece en el viento: "Tengo el calzón sucio!"

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