lunes, 15 de noviembre de 2010

Cachascán

Solo me he peleado a golpes una vez en mi vida. Yo tendría unos trece o catorce años y no recuerdo el motivo de la pelea, pero si recuerdo lo que pasó.

Mi contricante - un tipo de mi estatura, peso y edad, pero terriblemente feo - no queria pelearse conmigo. Yo, rodeado de amigos insitadores y de chicas en busca de héroe, no tuve más remedio que citarlo, a la hora de la salida de clases, en el canchón de tierra que estaba justo afuera del colegio y que conociamos como "el cerro".
- A la salida, en el cerro, le dije.

Cuando el momento llegó y yo me disponía, valientemente, a ir al cerro, ocurrió algo inesperado. Por los pasillos del colegio en dirección al mismo lugar, iba también mi contrincante. Así que en un acto de caballeria deportiva ejemplar, nos dirigimos al lugar pactado, juntos y charlando.

Durante el camino me dijo que no quería pelearse conmigo a lo que respondí indiferente: ya no hay vuelta atrás. Luego, me pidió disculpas por el incidente que había motivado la diferencia - "Tendrás que atenerte a las consecuencias" - le dije yo con tono calmado pero amenzador.

Finalmente me hizo una pregunta, que parecía inocente y que yo solamente entendí uno minutos más tarde. "¿Se valen patadas?" fue lo que preguntó.
Por su puesto que si- le respondí, ya un poco enojado- es una pelea, no un partido de softball.
De reojo lo vi sonreir pícaramente y aunque debí sospecharlo en ese momento, el sentirme superior a mi contrincante me había cegado totalmente.

La pelea no duró mucho tiempo. No estoy seguro si fue por habilidad innata o por algun tipo de entrenamiento, talvez algún tipo de arte marcial, pero mi rival, muy a mi pesar, podía levantar las piernas a una altura y con una fuerza y velocidad asobrosas.
Prácticamente no usó sus manos, principal instrumento, como todos sabemos, en cualquier pelea callejera natural. De hecho, bien pudo haberlas tenido detrás de la espalda, que no hubiera habido diferencia. Sus patadas no me dejaban acercarme a un radio de 3 metros de él.
Lo intenté por todos lados y con diversas estratégias y siempre con el mismo resultado: la planta de su pie en mi cara y yo, aturdido, retrocediendo, moviendo la cabeza confundido y pensando que debí decirle que no valían patadas.

3 comentarios:

JCMM dijo...

Si mal no recuerdo mi estimado cuentista, "le sacaste su puta" al contrincante; o por lo menos asi le llamabamos a dos sopapos bien puestos jajaja.

Ahora bien... dijo...

JCMM: Y antes de caer gritó: "De la vaca su poto tu cara parece"

Carito dijo...

Jajajajajajaja Inti Adrian me has hecho reir mucho con este relato, me imagino toda toda la peleaa! jajaja