viernes, 19 de diciembre de 2008

chiveado

No tan convencido de escribirle a nadie, el autor sentado frente a mi se levanta de su asiento y me sirvo un café. Cosa rara porque no le gusta el café y siempre ando diciendo que el café me duerme. No se le ve tranquilo.
Prendo un cigarro y lo apaga a la mitad. Cosa rara también pues en estas epocas de crisis y con el nuevo precio de los cigarros, éstos se deben fumar completos. Mejor que haga daño a que se desperdicie.

Se sienta otra vez y reflexiona sobre el contenido de lo que aun no escribo.
Cuando lo personal deja de serlo uno debe hacerse responsable de lo que se dice, no hay más.
Pero no. No escribo para ti, me dice. Es para mi. Y entonces escribo otra vez para ti y me mira esperando aprobación. Yo lo vuelvo a leer, se da la vuelta y, sin decir nada, me voy.

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